Quien Era Maria Y Marta En La Biblia?
Felipe Aguirre
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Marta y María son dos mujeres de fe extraordinarias. Eran hermanas y vivían con su hermano Lázaro, quien el Señor resucitó después de haber estado cuatro días muerto. Vivían en una pequeña aldea llamada Betania, situada a unos pocos kilómetros de Jerusalén. Marta y María aparecen en al menos dos acontecimientos en el Nuevo Testamento: en una comida y en una muerte.
¿Quién era María la que derramo el perfume?
Iglesia Protestante – En el protestantismo, se reconoce a María de Betania como una mujer que tuvo el honor de recibir a Jesús en su hogar. María de Betania es la hermana de Marta y de Lázaro; aparece en el episodio de la resurrección de su hermano (Jn 11); derrama perfume sobre el Señor y le seca los pies con sus cabellos (Jn 11, 1; 12, 3); escucha al Señor sentada a sus pies y se lleva «la mejor parte» (Lc 10, 38-42) mientras su hermana trabaja.
¿Qué hicieron Marta y María cuando llegó Jesús?
Evangelio de Lucas – Georg Friedrich Stettner: Cristo en casa de Marta y María, Según el Evangelio de Lucas : Cuando Jesús y sus discípulos iban de camino, llegaron a un pueblo donde una mujer llamada Marta le abrió su casa. Tenía una hermana llamada María, quién se sentó a los pies del Señor escuchando lo que él decía.
- Pero Marta estaba ocupada con las tareas que tenían que ser hechas.
- Vino a él y le preguntó, ‘Señor, no te importa que mi hermana me ha dejado para hacer todo el trabajo yo sola? Dile que me ayude!’ ‘Marta, Marta,’ el Señor contestó, ‘estás preocupada y molesta por muchas cosas, pero sólo una cosa es necesaria.
María ha escogido lo qué es mejor, y no le será quitada.’
¿Que le reclama Marta a Jesús?
Y dijo Marta a Jesús : «Señor, si hubieras estado aquí no habría muerto mi hermano. Pero aún ahora sé que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo concederá.» Jesús le dijo: «Tu hermano resucitará.» Marta respondió: «Sé que resucitará en la resurrección del último día.»
¿Que era necesario que Jesús le dijo a Martha?
Así que se acercó a él y le dijo:—Señor, ¿no te importa que mi hermana me haya dejado sirviendo sola? ¡Dile que me ayude! — Marta, Marta —le contestó Jesús —, estás inquieta y preocupada por muchas cosas, pero solo una es necesaria. María ha escogido la mejor, y nadie se la quitará» (Lucas 10:38-42).
¿Quién escogio la mejor parte María o Marta?
Lectura del santo evangelio según san Lucas (10, 38-42): – En aquel tiempo, entró Jesús en una aldea, y una mujer llamada Marta lo recibió en su casa. Ésta tenía una hermana llamada María, que, sentada a los pies del Señor, escuchaba su palabra. Y Marta se multiplicaba para dar abasto con el servicio; hasta que se paró y dijo: «Señor, ¿no te importa que mi hermana me haya dejado sola con el servicio? Dile que me eche una mano.» Pero el Señor le contestó: «Marta, Marta, andas inquieta y nerviosa con tantas cosas; sólo una es necesaria.
¿Qué significado tiene el perfume en la Biblia?
Deje que la gracia de Dios se mezcle con su sacrificio – Todos sabemos lo que significa pasar junto a un lugar que despide un hedor realmente asqueroso y nauseabundo, como un montón de basura, un zorrillo muerto o una pila de abono orgánico recién aplicado, y el instinto nos mueve a alejarnos de allí lo más pronto posible.
- También sabemos que el aroma del pan recién horneado o la fragancia de un ramo de rosas frescas tiende a atraernos y aspiramos profundo para deleitarnos con la fragancia.
- Bien, imagínese cómo habrá sido el aroma que se propagó en el lugar donde la mujer ungió a Jesús.
- El Evangelio según San Juan nos dice que ‘toda la casa se llenó del aroma del perfume’ (Juan 12, 3).
En cierto modo, esto no es nada sorprendente, porque no se trataba de las pocas gotas que alguien normalmente usa cuando se pone perfume. ¡Era el frasco entero! De manera que, percibiendo aquel dulce aroma de nardo que llenaba toda la casa, uno se imagina que todos aspiraban profundamente, deleitándose con la fragancia y hasta posiblemente relajándose un poco, aunque fuera sólo por unos momentos.
Pero, en otro sentido, también sucedía otra cosa. La fragancia que emanaba del perfume era equiparable al aroma espiritual de santidad que emanaba de lo que hacía la mujer; una fragancia especial en la que se combinaban su amor a Jesús y el amor de Cristo a ella. Fue tan impresionante el efecto que tuvo tal acto de amor y devoción en el entorno espiritual de la casa que Jesús prometió que la historia de esta mujer se contaría ‘en cualquier lugar del mundo donde se anuncie esta buena noticia’ (Mateo 26, 13).
Teniendo presentes estos pensamientos, veremos qué nos enseña este episodio sobre cómo podemos nosotros propagar el dulce aroma del amor de Dios en favor de aquellos que nos rodean. Devoción y sacrificio. Jesús dijo a los discípulos que esta mujer había hecho ‘una obra buena conmigo’ (Marcos 14, 6).
- El Señor no dijo esto por orgullo o vanidad; no, Cristo consideró que la obra de la mujer era buena o valiosa porque revelaba la misma clase de pasión que movía su propio corazón.
- Nadie le propuso a Jesús que muriera por nuestros pecados; nadie le obligó a hacerlo.
- Fue algo que él mismo decidió por el gran amor que nos tiene y así el Señor hizo ‘una obra buena’ para nosotros.
Del mismo modo, nadie le dijo a la mujer que ungiera a Jesús; nadie la obligó a hacerlo. Fue algo que ella quiso hacer, para demostrarle al Señor cuánto lo amaba. ¡Por eso fue una obra buena! Algo similar es lo que Jesús dijo de la viuda pobre que echó sus dos últimas monedas en el cofre del Templo (Lucas 21, 1-4).
- La ofrenda de la viuda no era ni con mucho tan valiosa como el frasco de perfume de la mujer, pero era muy costosa para ella.
- Resulta muy claro que el tamaño de la donación no era lo que importaba, sino el amor extraordinario que la motivaba.
- Por eso Jesús elogió a la viuda diciendo que la viuda ‘ha dado más que todos’ (21, 3).
Lo mismo se aplica a nosotros. Jesús valora todo lo que le ofrecemos cuando lo hacemos con un amor que implica sacrificio. No es el costo del regalo ni la cantidad de dinero lo que importa; es el grado de sacrificio con que lo hacemos. Cuando le dijo a sus apóstoles ‘¿Por qué la molestan?,’ también nos hablaba a nosotros (Marcos 14, 6).
- A todos nos pedía ‘no molestar’ o ‘no impedir’ esa parte de nosotros que quiere estar con Jesús y rendirle homenaje y honor.
- Efectivamente, querido lector, no dejes que aquella parte de tu corazón se llene de distracciones —buenas o malas— que te consumen todo el tiempo, la energía y el amor a Dios.
- Si quieres causarle alegría al Señor, decídete a ‘derrochar’ el perfume valioso del amor que llevas en el frasco de tu corazón derramándolo sobre él.
Jesús considerará valioso tu sacrificio, así como consideró el de la mujer. Mixtura con Jesús. Pero hay más. El dulce aroma que llenó la casa no era únicamente la fragancia del perfume derramado; era la combinación de la devoción de la mujer con el amor de Jesús, que se mezclaron en ese momento tan especial, y el aroma de la santidad se propagó por toda la casa porque Dios había ‘perfumado’ con el Espíritu Santo la acción de la mujer.
Hay otros relatos que presentan una realidad similar. Por ejemplo, recordamos a la mujer enferma de hemorragias desde hacía doce años (Marcos 5, 25-34). Cuando extendió la mano y tocó el manto de Jesús sanó. Su fe se mezcló con el poder del Señor para producir algo pleno de gracia divina. Del mismo modo, la mujer cananea anhelaba que el Señor curara a su hija gravemente enferma y así se lo suplicó con vehemencia al Señor y por eso recibió premio (Mateo 15, 21-28).
Su fe y su tenacidad se mezclaron con el amor de Jesús y la muchacha fue liberada del mal espíritu. En efecto, repetidas veces vemos a muchas personas que vienen a pedirle algo con gran fe al Señor y descubren una gracia y una bendición que superan con creces todo el sacrificio que hayan hecho, y la razón es esta santa mixtura.
Una mezcla sacramental. En ningún lado puede verse esta mezcla de nuestras vidas y la gracia de Dios en forma más impresionante que en la Sagrada Eucaristía. Cuando venimos a Misa con el corazón bien dispuesto para la adoración, algo poderoso sucede, porque cuando llegamos con el deseo de honrar a Jesús y entregarle nuestro corazón, ese deseo es iluminado con el poder de Dios y de él emana una cautivadora fragancia de amor, paz y gracia, una fragancia que llena toda la iglesia.
Es como si trajéramos nuestro propio frasco de alabastro y ungiéramos a Jesús. Vemos dos ocasiones específicas durante la Misa en las que sucede esto más claramente. En primer lugar, en el ‘ofertorio’, cuando presentamos las ofrendas de pan y vino al Señor, ‘el fruto de la tierra y del trabajo del hombre.’ ¿No tiene esto una semejanza con el frasco de perfume que trajo la mujer? El pan y el vino, como también el frasco, representan nuestra propia vida; representan nuestra fe y el fruto de nuestro trabajo; representan lo que somos y cuanto amamos al Señor.
Luego, en el altar, estas ofrendas se transforman en el Cuerpo y la Sangre de Cristo. Aquello que fue hecho por manos humanas se transforma ahora en algo nuevo por la gracia de Dios, que toma lo que le ofrendamos y le infunde una ‘fragancia’ completamente nueva. El Señor le infunde un poder nuevo y más profundo que nos restaura y nos renueva.
Tal vez los ojos naturales no vean más que comida y bebida ordinarias, pero ahora las especies consagradas están dotadas del poder de comunicarnos algo mucho más valioso que la nutrición corporal. El segundo ejemplo de la mixtura ocurre justo antes de la consagración del pan y el vino.
El sacerdote vierte el vino en un cáliz y luego añade unas gotas de agua, mientras ora diciendo: ‘Que por el misterio de esta agua y este vino podamos participar de la divinidad de Aquél que se dignó participar de nuestra humanidad.’ Aquí se aprecia nuevamente la mezcla de lo humano y lo divino, y demuestra que Dios quiere unirse a nosotros para luego elevarnos junto a sí mismo.
San Cipriano escribió una vez: ‘Al consagrar el cáliz del Señor no se puede ofrecer ni agua sola ni vino solo: si uno ofrece vino solo, se hará presente la sangre de Cristo sin nosotros; si sólo hay agua, se hará presente el pueblo sin Cristo. En cambio, cuando se mezclan ambas cosas hasta formar un todo sin distinción y perfectamente uno, entonces se consuma el sacramento celestial y espiritual.’ En lo profundo del corazón, todos anhelamos estar unidos con Jesús.
¿No queremos todos estar ‘mezclados’ con él? Esta es precisamente la experiencia que todos podemos tener cada vez que celebramos la Santa Eucaristía. Una nueva atmósfera. Cuando dice que toda la casa se llenó de la fragancia del perfume, San Juan Evangelista nos dice que lo que cambió la atmósfera fue la vida de la mujer: su corazón, su actitud de adoración y su entrega al Señor.
No era sólo el perfume, era su corazón mezclado con la gracia de Dios. Por consiguiente, su vida entera se transformó en un perfume de exquisito aroma, que todos pudieron percibir. San Pablo dijo también que nosotros mismos ‘somos la fragancia de Cristo,’ un aroma ‘que conduce a la vida’ (2 Corintios 2, 15.16).
- Cuando adoramos a Cristo Jesús con todo lo que somos y todo lo que tenemos, venimos a ser la fragancia de Dios, tal como ocurrió con esta mujer, y así somos transformados, como ocurre con el pan y el vino en Misa.
- El deseo de estar con Jesús crece en nosotros y también el deseo de ser más como él.
- Por eso, el testimonio de nuestra vida lleva consigo el poder de cambiar la atmósfera de cualquier lugar, como el perfume de la mujer que llenó toda la casa.
Seamos la fragancia de Dios. ¿Qué aprendemos de lo que hizo esta mujer? Que es bueno y encomiable tener el deseo de llevarle al Señor las ofrendas extraordinarias de nuestra adoración, haciendo sacrificios especiales para él, porque los sacrificios que hagamos pueden abrir las puertas para que el Señor venga y nos llene de su gracia.
Además, hemos de saber que Jesús nunca se guarda para sí mismo la adoración que le brindemos ni la fe que le demostremos, sino que las multiplica tal como lo hizo con los panes y los peces, y luego las prodiga como bendiciones para aquellos que nos rodean. Todos tenemos el potencial de emanar una fragancia agradable a Dios que es capaz de bendecir a cuantos se nos cruzan por el camino.
Así pues, vayamos y unjamos al Señor hoy y todos los días de nuestra vida.
¿Quién fue Marta en la vida de Cristo?
Marta de Betania (en idioma arameo : מַרְתָּא Martâ ) es una figura bíblica descrita en el Nuevo Testamento en los Evangelios de Lucas y Juan, se la describe viviendo en la aldea de Betania, junto con sus hermanos Lázaro de Betania y María de Betania, cerca de Jerusalén, en su casa se hospedó Jesús en al menos tres
¿Qué relación existía entre Marta María y Jesús?
De los evangelios se desprende que María Magdalena sentía un gran amor por Jesús. Había sido librada por él de siete demonios, le seguía como discípula, le asistía con sus bienes (Lc 8,2-3) y estuvo con María, la Madre de Jesús, y las otras mujeres cuando Jesús fue crucificado (Mc 15,40-41 y par.).
¿Que le dio Jesús a María Magdalena?
Identificación con otros personajes – Los citados son los únicos pasajes de los evangelios canónicos en los que se nombra a María de Magdala, La tradición católica, sin embargo, ha identificado con María Magdalena a otros personajes citados en el Nuevo Testamento :
- La mujer adúltera a la que Jesús salva de la lapidación, en un episodio que solo relata el Evangelio de Juan
- La mujer que unge con perfumes los pies de Jesús y los enjuga con sus cabellos antes de su llegada a Jerusalén según los evangelios sinópticos, cuyo nombre no se menciona. La unción tuvo lugar durante el ministerio en Galilea,
- María de Betania, hermana de Lázaro, a la que se atribuye en el Evangelio de Juan la iniciativa antes mencionada, y que aparece en otros conocidos pasajes del cuarto evangelio, como la resurrección de Lázaro. Se identifica también con la María del episodio de la disputa entre Marta y María,
La identidad de María Magdalena como María de Betania y «la mujer quien fue una pecadora» fue establecida en la homilía 33 que el papa Gregorio I dio en el año 591, en el cual dijo: «Ella, la cual Lucas llama la mujer pecadora, la cual Juan llama María, nosotros creemos que es María, de quien siete demonios fueron expulsados, según Marcos ».
¿Que era María Magdalena de Lázaro y Marta?
María era la hermana de Marta y Lázaro. Ellos vivían en Betania. A menudo, Jesús y sus discípulos descansaban en su casa, y María y Marta los atendían. Estos hermanos eran buenos amigos de Jesús y apoyaban su ministerio.
¿Qué parentesco tenían María y Marta?
Marta y María son dos mujeres de fe extraordinarias. Eran hermanas y vivían con su hermano Lázaro, quien el Señor resucitó después de haber estado cuatro días muerto. Vivían en una pequeña aldea llamada Betania, situada a unos pocos kilómetros de Jerusalén. Marta y María aparecen en al menos dos acontecimientos en el Nuevo Testamento: en una comida y en una muerte.
¿Que le mandaron a decir a Jesús las dos hermanas Marta y María?
Juan 11:1-25 Un hombre llamado Lázaro estaba enfermo. Vivía en Betania con sus hermanas María y Marta. María era la misma mujer que tiempo después derramó el perfume costoso sobre los pies del Señor y los secó con | Nueva Traducción Viviente (NTV) | Descargue La Biblia App ahora Un hombre llamado Lázaro estaba enfermo.
Vivía en Betania con sus hermanas María y Marta. María era la misma mujer que tiempo después derramó el perfume costoso sobre los pies del Señor y los secó con su cabello. Su hermano, Lázaro, estaba enfermo. Así que las dos hermanas le enviaron un mensaje a Jesús que decía: «Señor, tu querido amigo está muy enfermo».
Cuando Jesús oyó la noticia, dijo: «La enfermedad de Lázaro no acabará en muerte. Al contrario, sucedió para la gloria de Dios, a fin de que el Hijo de Dios reciba gloria como resultado». Aunque Jesús amaba a Marta, a María y a Lázaro, se quedó donde estaba dos días más.
- Pasado ese tiempo, les dijo a sus discípulos: —Volvamos a Judea.
- Pero sus discípulos se opusieron diciendo: —Rabí, hace solo unos días, la gente de Judea trató de apedrearte.
- ¿Irás allí de nuevo? Jesús contestó: —Cada día tiene doce horas de luz.
- Durante el día, la gente puede andar segura y puede ver porque tiene la luz de este mundo; pero de noche se corre el peligro de tropezar, porque no hay luz.—Después agregó—: Nuestro amigo Lázaro se ha dormido, pero ahora iré a despertarlo.
—Señor —dijeron los discípulos—, si se ha dormido, ¡pronto se pondrá mejor! Ellos pensaron que Jesús había querido decir que Lázaro solo estaba dormido, pero Jesús se refería a que Lázaro había muerto. Por eso les dijo claramente: —Lázaro está muerto.
Y, por el bien de ustedes, me alegro de no haber estado allí, porque ahora ustedes van a creer de verdad. Vamos a verlo. Tomás, al que apodaban el Gemelo, les dijo a los otros discípulos: «Vamos nosotros también y moriremos con Jesús». Cuando Jesús llegó a Betania, le dijeron que Lázaro ya llevaba cuatro días en la tumba.
Betania quedaba solo a unos pocos kilómetros de Jerusalén, y mucha gente se había acercado para consolar a Marta y a María por la pérdida de su hermano. Cuando Marta se enteró de que Jesús estaba por llegar, salió a su encuentro, pero María se quedó en la casa.
- Marta le dijo a Jesús: —Señor, si tan solo hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto; pero aun ahora, yo sé que Dios te dará todo lo que pidas.
- Jesús le dijo: —Tu hermano resucitará.
- Es cierto —respondió Marta—, resucitará cuando resuciten todos, en el día final.
- Jesús le dijo: —Yo soy la resurrección y la vida.
El que cree en mí vivirá aun después de haber muerto. NTV: Nueva Traducción Viviente Compartir : Juan 11:1-25 Un hombre llamado Lázaro estaba enfermo. Vivía en Betania con sus hermanas María y Marta. María era la misma mujer que tiempo después derramó el perfume costoso sobre los pies del Señor y los secó con | Nueva Traducción Viviente (NTV) | Descargue La Biblia App ahora